martes, 15 de abril de 2014

Ponme atención, seré simple y ordinario, hablaré de tu belleza y tal vez de lo que tanto has oído, que tu belleza es deslumbrante, que tus ojos son hermosos, que poseen un brillo especial como un rayo de luz atravesando la copa de un árbol o simplemente un brillo de luna nueva, que tu sonrisa es angelical y la más preciosa cita entre las comisuras de tus labios, y diré banalmente que eres la mujer más hermosa que he contemplado, la mujer de mis sueños y la chica perfecta que cualquier hombre mundano anhela, y tú, te sabes linda, y bella, algo dentro se regodea y se yergue, y desdeñas halagos bien intencionados, pero es difícil encontrar alguno, que haga estallar el cristal de tu orgullo y que penetre la armadura forjada a base de cualidades delicadas y sublimes: tu piel bondadosa y clara, tus manos finas y firmes, tus dedos espigados, tu figura esculpida, por la gravedad, el viento y suspiros robados, la sensualidad en tú piel. Pero yo, también te sé hermosa y no puedo negarme el sencillo placer de contemplarte, de admirar la belleza radicadas en tus ojos curiosos, directos, profundos, inquisidores, seductores, sedientos de vida; de deleitarme con tu boca poseedora de palabras precisas y audaces, capaz de proferir maldiciones e injusticias y capaz de brindar consuelo y ánimos; Tampoco puedo ni debo privarme de mirar esos labios que destellan sonrisas fáciles, prontas y sutiles que me sé de memoria, sonrisas que a veces se vuelven carcajadas sonoras y libres, por que en ti, no existen limites, y quizá eso forma tu belleza interna, tu locura desbordada, tu alegría inextinguible, tu coraje irreverente, tu bondad inagotable, tu fuerza incansable, tu paciencia incalmable. ¿Alguien más te sabe hermosa? Quizá ni tú misma te sepas tan Hermosa.

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